Notas

Día de la Diversidad Cultural

Las experiencias inmigrantes de una brasileña y una colombiana en Olavarría

El 12 de octubre es una fecha que invita al diálogo intercultural. Andrea y Erika son solo dos de las muchas personas extranjeras latinoamericanas que viven en Olavarría. Ellas cuentan cómo fue sentirse diferentes y adaptarse a otra cultura

(Este artículo se complementa con otro titulado "Dejar de tolerar para empezar a integrar")

colombiana
Andrea Orduz en su local /Foto: AC-FACSO

Andrea Orduz tiene 30 años, cabello oscuro y piel blanca. Hay muchas mujeres como ella en Argentina, aunque no todas tienen ese acento colombiano particular. Llegó a Olavarría en 2009 con 27 años y el título de Licenciada en Comercio Exterior. La idea inicial que la motivó a mudarse fue el deseo de especializarse profesionalmente en la ciudad de Tandil, pero al no abrirse la capacitación optó por inscribirse en Comunicación Social.

"Llegás acá y te estrellás un poco con la realidad, pero tengo la facilidad de adaptarme y hoy tengo un grupo de amigos. En 2009 la gente me miraba raro. Yo pensaba '¡es que soy un ser humano!' Yo les preguntaba algo y nada. Yo entiendo que hablo muy rápido, pero '¡Pregunten!' O digan 'no te entendí, ¿Me puedes repetir?' Pero no. Se daban la vuelta y me ignoraban", recuerda Andrea con un dejo de tristeza sobre el primer año de su estadía.

Otras cuestiones propias de la región como el clima, las comidas y sus horarios también le hicieron notar las diferencias. "Acá obvian el desayuno, allá no. El almuerzo es cargado con granos sopas, arroz, carne mucho más cargada, pero bueno uno se termina adaptando, allá se come más verdura que aquí, que si bien se encuentran, no son comunes. También se toma mucho jugo de fruta natural, se come mucha arepa que es una tortilla de maíz que se acompaña con todo. Este tipo de comidas no las puedo elaborar porque aquí no se consigue". En el 2010 luego de haber rendido finales de la carrera, estar integrada a diferentes grupos sociales y haberse adaptado a las costumbres locales tuvo que volver a Colombia para resolver cuestiones personales. Se quedó en su país lo justo y suficiente y al año siguiente volvió a Argentina con sus expectativas recargadas; recibirse de licenciada con comunicación social y abrir su propio negocio de lencería. "El regreso fue distinto en 2011. Encontré una ciudad más abierta y a 15 colombianos. Eso en una ciudad tan pequeña, se nota. También hay mucha gente de Venezuela trabajando en las fábricas que se trajeron a la familia. Comparto costumbres con otros colombianos que se encuentran en la ciudad, hay dos que están estudiando arqueología, hay otras dos niñas estudiando pregrado en medicina y otra en la facultad de sociales, y tres que vinieron a trabajar. Con ellos hacemos salidas colombianas que empiezan a las nueve de la noche y la fiesta termina a las tres de la mañana. Primero nos reunimos a comer y bailar salsa, merengue o el ballenato que es un folklore de Colombia".

Ese nuevo contexto de apertura cultural y mayor aceptación por la diversidad que nota Andrea hizo que ella pudiera proyectar una vida a largo plazo lejos de sus orígenes. "Estoy muy agradecida con la gente que se ha quedado cerca de mí, son muy amables conmigo. Este año no comencé los estudios porque abrí mi local y estoy esperando organizarme para continuar la carrera de comunicación social", planifica mientras acomoda algunas cosas para retomar el trabajo del negocio.

Erika Borges Vaz llegó a Argentina con apenas 7 años. Matices difíciles y alegres en su vida la trajeron a Olavarría. Es tesista de la carrera de arqueología de la UNICEN, madre y esposa, entre otras cosas. Tiene 30 años y hace 23 que vive en Argentina. Físicamente es de cutis blanco, ojos y cabello oscuro y en su acento apenas se notan sus orígenes portugueses, por parte de sus abuelos y brasileños, por parte de sus padres.

"Siempre me preguntaban si yo era brasileña porque no era negra, era una cuestión recurrente, como un estereotipo muy marcado. Jamás sentí que me discriminaran pero las diferencias se sintieron mucho en primer grado. Compañeras mías de la primaria recuerdan cómo la maestra me hacía pasar al frente y me preguntaba cómo se decían las cosas en castellano. Yo lo viví como una incorporación, pero había situaciones como estar al frente y repetir las cosas en castellano que me ponían incómodas.", recuerda Erika con esfuerzo y algo de nostalgia.

Aun hoy, confía, necesita reencontrarse con sus raíces culturales compartiendo una comida con la familia o con personas que son brasileñas y viven en la ciudad. "Uno busca lo semejante de lo que uno forma parte. Al principio fue difícil por el idioma, el clima me costó mucho. Fue duro acostumbrarme a estar abrigada y algunos cambios culturales como la alimentación. También los chicos a los 7 años me preguntaban cómo era Brasil, si había autos, árboles... el desconocimiento del otro yo lo sentí bastante".

Erika creció entre dos culturas y hoy siente que su identidad cultural es compartida. Por un lado sus padres y abuelos reviven sus orígenes haciendo comidas típicas y hablando el idioma pero al mismo tiempo se siente argentina por su hijo, marido y amigos.

La inmigración latinoamericana desplaza a la europea

Ni alemanes del Volga, ni italianos. La nueva diversidad cultural que está llegando a la ciudad está lejos de ser europea. Un 57% de los inmigrantes que viven en Olavarría nació en algún país limítrofe, según se desprende del último censo nacional de 2010. De los 1.650 habitantes (862 mujeres y 788 varones) que nacieron en algún país extranjero y que viven hoy en la ciudad, 939 son de países limítrofes. Sumados, son más que los nacidos en Europa (unos 574) aunque por separado, los italianos (unos 339) son mayoría en términos de inmigración en Olavarría. Después de ese pico, el resto de las mayorías inmigratorias corresponden a los vecinos latinoamericanos. Los paraguayos (323) son la segunda nacionalidad numerosa en la ciudad. Les siguen los chilenos (257), los bolivianos (250) y luego los países americanos no limítrofes y un "resto de Europa" (110 en cada categoría de análisis) que no está especificado pero que aparece diferenciado de Alemania, España, Francia e Italia. Si lo que se busca es observar la nueva tendencia, es necesario aclarar que la gran mayoría de los inmigrantes italianos (unos 263) tiene 65 años o más. Siguiendo los datos por rangos etarios, se observa que la mayoría de los niños y niñas inmigrantes (de entre 0 y 14 años) que viven en la ciudad son paraguayos y paraguayas (totalizan 67). Lo mismo ocurre con los inmigrantes tienen entre 15 y 64 años; la mayoría (238) nació en ese país limítrofe. Finalmente, de los inmigrantes que tienen 65 años o más, ya se dijo que la mayoría nació en Italia. Le siguen los nacidos en Chile (80), en el "resto de Europa" (81) y en España (62). Con esas cifras puede concluirse, entre otras cosas, que la inmigración más joven en Olavarría es latinoamericana y especialmente paraguaya mientras que la inmigración más antigua corresponde a Europa y principalmente a Italia.

¿Estamos preparados para la diversidad?

Patricia Bavio dicta clases en el Profesorado en Filosofía del Instituto Superior de Formación Docente Nº 22 y cuestiones relacionadas a la diversidad cultural son contenidos que se reflexionan y discuten como modo de forjar un pensamiento crítico. La sociedad parece seguir asociando "inmigración" con "Europa" a pesar de que desde hace algunos años las migraciones se vienen dando más entre limítrofes que entre continentes. "Creo que nos ha parido una mirada que nos vio con el sesgo de su propia cultura; la europea y ello estuvo y está presente en nuestro sistema educativo, en la formación de los docentes, de los distintos profesionales que trabajan en el país aunque como excepción quiero destacar que hay trabajos desde la filosofía que interpelan nuestros saberes más quietos respecto de nuestra identidad latinoamericana desde hace unos años", observa Bavio. Ella sostiene que no se nos enseña a aprehender diversidad. "Considero que nuestro sistema educativo no prepara para la diferencia, no sabe de diferencias o las hace invisibles, entre la filosofía y la educación y solo por mencionar un ejemplo, los textos de filosofía en muchos casos no pertenecen a los autores que nos sitúan acá, en este lugar del mundo, entonces las reflexiones hacen referencia a otros sujetos diferentes pero que se toman como iguales en algún caso y así perdemos la posibilidad de conocer la riqueza de culturas diversas al interior del país. Si nos detenemos a indagar sobre quiénes somos como latinoamericanos, quiénes como Humanidad en esta región del mundo, las respuestas cambian y se hace necesario re-construir la mirada. Creo que esa es la tarea de la escuela actual: compromiso con la diferencia, que implica transformar lo que existe para que sea más justo"./ AC-FACSO