Notas

Desborde del arroyo Tapalqué

En el barrio Isaura el agua pudo con todo, menos con la solidaridad

Los vecinos se consideran los olvidados de siempre. Viven a pocos metros de la orilla del arroyo y no es la primera vez que deben ser evacuados. La ayuda mutua es la única solución que nunca les falla

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A causa de las tormentas del jueves y viernes pasado que azotaron a la ciudad de Olavarría y provocaron el crecimiento del nivel del agua del arroyo Tapalqué, los vecinos temieron revivir la experiencia traumática de la inundación de 1980. Hasta las 21 del jueves habían caído 86.1 milímetros de agua, con ráfagas de viento que llegan a los 51 kilómetros por hora y cuando la lluvia cesó, al mediodía del viernes, los milímetros acumulados superaban los 140 en el casco urbano y los 180 en la zona rural, según los registros de la Estación Meteorológica local.

El sábado siguiente no amaneció como cualquier otro y los ciudadanos que la noche anterior habían recorrido como peregrinos las orillas del arroyo Tapalqué supieron que sus ruegos por el cese del temporal habían sido escuchados. El cielo estaba nuboso pero sin lluvias, con una temperatura de entre siete y 14 grados.

Mientras algunos se acercaban al arroyo a contemplar la correntada, numerosas familias salvaban desesperadamente lo que sus fuerzas le permitían, tratando de ser más rápidos que el agua que avanzaba amenazante desde las barracas del Tapalqué.

En el barrio Isaura, al noreste de la ciudad donde viven unos 500 vecinos, fueron evacuadas seis familias que viven sobre la calle Lavalle, una de las zonas donde más se sintió el desborde porque linda con el arroyo Tapalqué. Allí las calles son de tierra y no tienen gas natural. Las casas, cuadradas y con techos de chapa, están dispersas y los vecinos trazaron senderos entre los terrenos contiguos para acortar la distancia entre unas y otras. Sus habitantes disfrutan del aire libre y la arboleda pero no se olvidan de que la naturaleza puede volverse incontrolable. El arroyo en esa zona se desborda muchas veces y, en esos casos, sólo cuentan con sus propias fuerzas y mañas para salir adelante.

Elsa Munich, de 72 años, demuestra energía, motivaciones y esperanzas desde su lugar como jefa vecinal del barrio. "La madre de Sergio (Matos) ha estado unas cuatro o cinco veces evacuada y tiene dos años más que yo. Aunque la loca mayor del barrio soy yo y siempre la gente me ayuda, no sé si porque soy bocona o porque reclamo. También es que en el barrio hay gente buena", destacaba el sábado por la mañana, cuando las aguas del arroyo habían comenzado a bajar.

La lluvia había cesado pasado el mediodía del viernes pero el agua siguió avanzando y entró en las casas ubicadas cerca de la barranca del arroyo. Las pertenencias de las seis familias evacuadas debieron ser resguardadas en las casas de otros vecinos y en el salón de la junta vecinal. "El arroyo sacó mucha agua y nos favoreció que una gran cantidad haya ido para el hípico porque si no, hubiésemos estado todos inundados", advierte Elsa. Los evacuados, según detalla, fueron María y Sergio Matos, Rubén Cafro, Emilio Fabro las familias Galván y Pagano.

Como si no viviera nadie

Mirando hacia abajo y girando la cabeza de a un lado hacia el otro Sergio, uno de los evacuados, pretendía esconder su mirada triste. Pero su voz titubeante delataba la necesidad de mostrarse fuerte ante la adversidad. "Con mi señora trabajamos mucho para tener lo que tenemos y no sabemos cuánto perdimos. Cuando baje el agua voy a tener que abrir la casa y no sé con qué me voy a encontrar. Por eso me dolió que mucha gente dijera que no pasaba nada y nosotros acá estamos inundados. Los bomberos pasaron como si nada, es como si acá atrás no viviera nadie".

De repente los vecinos se acercaron para ayudar al gasista que luchaba contra una pérdida de gas y trataba de cambiar la garrafa. Sergio se distrajo para ayudar pero ya no hacía falta y retomó su relato. "Seis y media me levanté para desayunar y llevar a mi nene a la escuela y noté que mi perro estaba muy inquieto. Cuando salimos de casa mi hijo Iván vio cómo corría el agua pero faltaba como un metro para que subiera así que me fui tranquilo al trabajo".

Elsa pensaba en voz alta: "El proyecto de pavimentación está a años luz, acá no van a pavimentar todavía. Tenemos el cordón cuneta desde la época de Echegaray". El barrio tiene muchas necesidades entre las que reclaman el gas natural para las 90 familias que lo necesitan. "Las calles tenían granza –una especia de piedra molida- cuando estaban los peronistas, el intendente García Blanco, en esa época se arregló bien. Ahora el municipio nos prometió que vendrán a hacer el playón de deportes con mano de obra del municipio y materiales donados por Coopelectric", recordaba Elsa.

Desde la ventana del salón vecinal se veían los niños jugando con ramas, andando en bicicleta y corriendo con los perros. Los mayores los miraban sonreír, pero no alcanzaban a contagiarse de esa alegría y, desolados, se quedaban inertes en el lugar, junto a la casa.

Sergio, quien pasó la noche en el salón, contemplaba a Elsa con una mirada entre triste y agradecida. "Mi familia pasa por acá para ir al trabajo, mi mujer es empleada doméstica y yo pizzero. Trabajamos mucho y los fines de semana nos gustaría acercarnos a colaborar porque sabemos que si para el Día del Niño, por ejemplo, los chicos tienen chocolate caliente es porque ella lo consigue por medio de alguna donación".

En el salón de la junta vecinal, pintado de blanco, con grandes ventanales y rejas de seguridad, están los muebles, los artefactos eléctricos, las frazadas y las camas de tres de las seis familias evacuadas por el temporal. Hace varios días que las garrafas están sin gas porque se consumieron en los talleres artísticos que se dictan a los más pequeños.

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Sergio insistía en lo sorpresivo que resultó el desborde. "Mi hermana me avisó que estaba llegando el agua y me vine pero cuando la vi pensé que faltaba mucho para subir y a la media hora de irme mi hermana me volvió a llamar porque el agua ya estaba entrando a la casa. A las doce y media del mediodía me encontré a los vecinos en casa ayudando a sacar las cosas". Él todavía recuerda el desastre del '80. "Tengo 42 años y recuerdo que era chico cuando ocurrió la otra inundación en este mismo barrio. Después de tanto esfuerzo, volver a vivir la experiencia de perderlo todo es muy duro. Mi casa es muy arbolada y no va a entrar sol como para secar las cosas. Lo que nos pasó ayer jamás nos había pasado, fue increíble. En media hora teníamos todo con agua. Sacamos los colchones, frazadas, una compu y el televisor. El resto quedó en la casa. Yo tengo a Iván y una hija especial, Yanet, y cuando la saqué tenía el agua hasta las rodillas pero hay que vivir el día a día. Uno no sabe qué hacer y con qué nos vamos a encontrar después. No sacamos la ropa y ando con pantalones y zapatillas prestadas. Gracias a Dios los vecinos me ayudaron a sacar muchas cosas si no, no hubiese podido sacar nada".

El salón de la junta vecinal se usa para actividades sociales y solidarias. Juntan libros y ropa para el roperito comunitario, distribuyen facturas con la copa de chocolate en invierno, enseñan música a los chicos, brindan apoyo escolar y comparten sesiones de cine barrial para las familias. Pero desde el viernes se ha transformado en el principal centro de contención para los vecinos del barrio Isaura que, con el entusiasmo intacto, organizaron actividades al aire libre para devolverle la alegría a las familias más afectadas. /AC-FACSO