Notas

Carmelo y Stéfano Vinci reflexionan juntos sobre el 24 de marzo

Padre e hijo: cuando la militancia también une e identifica

Un padre que sobrevivió al horror de Monte Peloni. Un hijo que creció escuchando y hablando de militancia. Una familia donde la madre y abuela se puso el pañuelo blanco por su hijo desaparecido, en una ciudad que miraba de reojo. Carmelo Vinci y su hijo Stéfano, dos de los millones que dicen Nunca Más.

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Fernanda Alvarez - Agencia Comunica

24/03/2023

La historia del padre es conocida. Es que la militancia que no logró quebrar la tortura lo ubica como protagonista de la historia argentina. Carmelo Vinci, 68 años, ingeniero, comerciante, militante político, defensor de los derechos que le arrebataron a él, a su cuñado y a tantos amigos, sigue alzando su voz como cuando tenía los 22 que hoy tiene su hijo Stéfano.

Stéfano es estudiante de Derecho en La Plata, integra la agrupación la Sampay de la UNLP y ya lleva, al menos, 7 años de militancia. Sus profesores lo vieron conformar el Centro de Estudiantes en la secundaria, sus amigos lo tuvieron como “el que va a hablar seguro”, su familia discute con él ideas políticas y hoy está cerca de recibirse de abogado y defender, siempre, la ley. Esa que aniquiló el proceso cívico militar hace 47 años.

¿Cómo viven cada 24 de marzo? “Creo que cerramos la etapa de los juicios a genocidas y partícipes del terrorismo de estado, como sociedad cerramos una etapa de reparación histórica y de memoria y hay que ver cómo saldamos esto, cómo lo procesamos como sociedad. Algunos ven con preocupación la proliferación de teorías negacionistas pero yo no creo que la solución sea bajar desde el Estado una directiva de prohibir un discurso, porque cuando algo se prohíbe, se vuelve más deseable”.

Para el joven, es necesario un “proceso de diálogo, de educación popular, que se den debates en las aulas, en los lugares de trabajo y en el espacio público. Me pregunto qué tenemos para seguir aportando a la construcción de memoria, verdad y justicia”.

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Carmelo asegura que “los mayores logros los alcanzamos con democracia, porque fue el sistema que permitió más memoria, verdad y justicia”. Pero no puede evitar la preocupación por el accionar de la justicia de hoy. Hay una justicia para las grandes empresas, para la oligarquía. Un ejemplo: hace poco falleció Pedro Blaquier. El fue quien hizo que en general San Martín (Jujuy) una noche apagaran las luces de la ciudad y secuestraran desde el intendente a muchos militantes más. Y ese señor prestó los vehículos de su ingenio Ledesma para secuestrar. No se lo enjuició y falleció impune. Hoy veo que a la vicepresidenta la quieren proscribir y ya sabemos lo que pasa con las proscripciones en la Argentina: llevan únicamente a la violencia”.

Crecer con la historia

Stéfano y Humberto, su hermano de 35 años, crecieron en un contexto de charlas, debates políticos, dolores, ausencias, reclamos. “Por eso de una manera u otra estamos involucrados en la militancia o activismo. También esto implica en mi caso tener una profunda convicción, disputa e investigación sobre la historia. A los que somos hijos de ex presos o familiares de desaparecidos nos interesa la historia”.

Para Carmelo, en tanto, educar junto a su esposa Mariana a sus hijos en estos temas “fue algo natural”. Sabiendo que han sido una familia mirada por la sociedad olavarriense, la política para ellos está lejos de ser la mala palabra que implica para muchos. “La política la vivimos con intensidad, estamos cruzados por cuestiones sociales, económicas. En la familia de Mariana hubo un candidato a intendente que murió joven (Pedro Pareja), también estuvo el dolor de una madre como Isabel Pareja que tuvo un hijo desaparecido, José “Pepe” Pareja, y después la muerte de otro. Nosotros discutimos mucho, nos enojamos, debatimos hasta en la mesa familiar. Siempre cuento que nunca nos sentamos un día especialmente a hablar de algo específico con nuestros hijos, simplemente ellos escucharon cómo fueron nuestras vidas y las de nuestros amigos. Ellos mamaron eso y lo fueron incorporando y transformando a su manera”.

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Stéfano, su mamá y su abuela, participando desde chico. 

Stéfano tiene recuerdos vagos de su abuela, que falleció cuando él tenía 11 años. Pero hay algo que quedó impregnado en su memoria: “era una mujer que tenía el dolor en su rostro, pero a la vez fue el factor de unidad en la familia. Ella fue el símbolo de unión entre todos, incluso cuando había miradas antagónicas. Es que las madres y abuelas no eran mujeres extraordinarias, eran mujeres comunes que frente a circunstancias extraordinarias tuvieron que tomar grandes decisiones. La situación y su accionar llevó a volverse grandes”. Y a él lo abrazó una de ellas, con su dolor a cuestas, pero con su amor intacto.

Enseñanzas mutuas

Stéfano conoció la militancia de su padre pero además, presenció las audiencias donde enjuiciaron a los genocidas y torturadores de quien le dio la vida. Monte Pelloni 1 abrió los ojos de muchos olavarrienses, mostró las atrocidades cometidas a pocos kilómetros de la ciudad y marcó la llegada de las primeras condenas a los asesinos locales. La verdad afloraba con fuerza en el 2014 y hoy recuerda que “quedan imágenes y la sensación de haber acompañado a mi tía y muchas personas que no suelen encontrarse siempre juntas”.

-¿Qué te enseñó tu papá?

Creo que a no medir qué tan difícil es algo para intentar lograrlo, a creer en las ideas de cada uno incluso cuando no estén en consonancia con el grupo…Me enseñó a negociar algunas cosas y no ser tan intempestivo. Tengo muchos aprendizajes que no fueron directos, sino de las vivencias.

Pero los hijos también enseñan. Y Carmelo valora especialmente algo: “que él se dedique a la política y militancia me llena de orgullo, y que lo haga no porque yo se lo haya pedido”. Pero además, destaca que “nosotros que pasamos todo lo que pasamos, sentimos la gratitud que te da el hecho de que haya pibes -comos los que visitan Monte Peloni- que se acerquen y sigan preguntando. Es gratificante que tengan interés en la vida política porque esos jóvenes de hoy son los dirigentes del mañana, y es valioso que participen, que tengan ideas y piensen de qué manera pueden resolver el mundo. El me enseña a seguir participando”.

-¿Qué hacías a los 22?

“Era medio pavote”, responde Carmelo sonriendo. Su trayectoria confirma que es un chiste. “Estaba en 4to año de Ingeniería, era buen estudiante. Pero Stefano me supera con amplitud, tiene mayor capacidad de comprensión de la realidad. Nosotros veníamos de dictaduras y queríamos vivir en democracia, hicimos lo que pudimos. Eramos jóvenes
queríamos cambiar el mundo, veíamos una lucecita y la apagaron de un bazucazo”.
Hoy esa luz la lleva hoy su hijo. Y tantos jóvenes en los que Carmelo confía y se esperanza. “Solamente con democracia se puede avanzar”, sentencia. Y sin decirlo, en ambos queda la firmeza del Nunca Más.