Notas

Eduardo Santellán, ex detenido, a 46 años del golpe de Estado  

“El discurso de poder es capaz de crear conductas y avalar genocidios”

El jueves se conmemoró el inicio de una de las épocas más oscuras de nuestro país. Una etapa en la que las instituciones fundamentales de la vida democrática fueron clausuradas. Un periodo que las víctimas del terrorismo de Estado intentan sanar, ya sea por medio de la memoria y la reflexión como también por medio de la lucha y la justicia.

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María José García - Agencia Comunica

24/03/2022

“La historia no tiene buenos ni malos”, dice Eduardo Santellán, uno de los miles de detenidos durante la dictadura. Él fue secuestrado en octubre de 1977 por miembros de la Fuerza Aérea en Tandil, donde estuvo desaparecido por cuatro meses. Lo dejaron en la base aérea militar y, luego de seis meses, lo llevaron a la VII Brigada Aérea de Morón, centro semi-clandestino de detención, el lugar de donde salían los vuelos de la muerte. 

Actualmente, Santellán vive en Olavarría y trabaja en áreas de economía social y corporativismo. Además, desde hace cuarenta años, se presenta a declarar en los juicios contra los delitos de lesa humanidad llevados a cabo durante aquella época. Al día de hoy, reflexiona sobre las formas en las que el poder ha instaurado ciertas conductas y una discusión dicotómica a través de la demonización o la heroicidad de ciertos grupos de personas.

“Nosotros no fuimos personas extraordinarias ni tuvimos ninguna característica diferente a lo que la época nos marcó”, comienza Eduardo. “Las personas somos fruto de etapas históricas, no somos ni héroes ni antihéroes. No creo en eso. No creo en las historias individuales”, enfatiza. Entonces, como jóvenes, “fuimos producto de una etapa histórica y de una forma de entender la vida que se daba en ese momento en auge”.

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Las imágenes una vez detenido: "ni yo ni la mayoria de la gente de Olavarria participó de la lucha armada". 

Es por ello que hay que “enmarcar nuestra acción política dentro de esos parámetros en los que se creía que el heroísmo, el sacrificio individual por lo colectivo y dar la vida por una causa, eran lo más sublime”, explica el cooperativista y confiesa: “en ese momento, muchos de nosotros creímos que ese era el camino. Pero hoy no creo que eso sea lo correcto”.

“Con eso, sin embargo, no quiero decir que los cambios no eran necesarios”, aclara y, rápidamente, añade: “tampoco que la sociedad a la que nosotros aspirábamos no era una sociedad más justa, ni que la sociedad en la que vivimos actualmente, totalmente individualista e hipócrita, sea mejor”.  

Para Santellán, el problema está en la mala conceptualización de lo que era la época. En primer lugar, “decían que los jóvenes estábamos muy politizados. Pero no éramos muchos los jóvenes que hacíamos eso. Éramos una minoría intensa, porque algunos usaban mucha violencia como método de lucha y eso era muy visible. Nosotros teníamos ideales revolucionarios pero creo que ni yo, ni la mayoría de la gente de Olavarría, participó en la lucha armada. Si éramos simpatizantes, porque nos parecía que ese era el camino”.

En segundo lugar, esta mirada distorsionada “llevó a errores trágicos, a que compañeros y compañeras valiosísimos perdieran la vida luchando y siendo incomprendidos por la gran parte de la sociedad” y compara: “si vemos los datos de la sociedad argentina en esa época, los porcentajes de pobreza eran infinitamente inferiores a los de hoy, y la distribución de la riqueza entre trabajadores y empresarios era mucho más favorable para la clase trabajadora de lo que es hoy”.

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En este sentido, se creó un escenario de guerra entre los guerrilleros y los militares que la sociedad no comprendía. “Cuando salí de prisión, regresé a una sociedad que me consideraba un terrorista. Mi vecino, que me conocía desde chico, me consideraba un terrorista. Alguna vez, alguien me dijo que yo le daba miedo”, se lamenta. “Hoy en día están diciendo lo mismo que decían de nosotros en aquel momento, que los subversivos no éramos humanos, que éramos todos guerrilleros. Entonces ves cómo el poder crea conductas. La Argentina compró ese discurso que permitió, desde un lugar político, llevar a cabo un genocidio”, reflexiona Santellán.

Pero lo cierto es que, en este mundo, “no hay buenos y malos. Si hay intereses económicos, y eso cuesta entender. Si Néstor Kirchner reivindicó la lucha por los Derechos Humanos, y tuvo consenso en ese momento, fue porque había un modelo económico exitoso. Si hubiéramos estado como estamos ahora, la sociedad no lo habría apoyado”, afirma.

Ante esto, Eduardo expresa su preocupación por el saber crítico: “es por ello que el mensaje que yo les quiero dar, especialmente a los estudiantes, es que miren la historia. Estudien, pregunten, discutan. Y no se queden con ninguna verdad revelada. Charlemos, hablemos con pruebas, con verdades históricas. No nos quedemos con presupuestos”.

Y, finalmente, manifiesta que tiene “profunda fe en que las personas, con todos sus conocimientos, pueden llegar a conclusiones mejores para la humanidad. Porque lo que nos derriba como seres humanos es partir de presupuestos que, muchas veces, nos  llevan al fanatismo o al odio”.