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Comparsa Orun Aiyé

El cielo y la tierra bailan candombe

Una veintena de mujeres de la ciudad de Azul marcan su propio ritmo. Una conjunción de tambores y bailarinas que rompieron mandatos, reivindicando la lucha por apoderarse de lugares puramente machistas.
Celeste Carriego 3

Celeste Carriego (*)

Una propuesta de amigas unió el amor por los tambores y el romper patrones machistas.


Orun Aiyé se creó en el 2014 en la ciudad de Azul. De la misma manera que el candombe las abrazó, así lo hacen ellas entre ellas y con las demás.
Amigas, madres, hijas y las que se suman a este círculo que sostiene fuerte para que nadie caiga, y si cae, con esa misma fuerza se levanta.
No sólo tomaron su lugar en el ambiente musical, sino que también desmitificaron el concepto socialmente impuesto de “que cuando se juntan muchas mujeres hay lío”. Aunque lo terrible, de tantas mujeres juntas, es que hablan y hacen sin prejuicios y a veces eso genera malestar. Estructuras se vieron rotas y vueltas a construir, y otras fueron edificadas desde lo colectivo que es en definitiva el verdadero cimiento de las nuevas construcciones.
Este 2024 “la grupa” -como ellas mismas se definen- festejó sus diez años. A los ojos de los de afuera, parece raro, pero suena bien. Pocos se resisten a sus toques y sí, son transgresoras.

Orun aiye
Orun Aiyé significa del cielo y de la tierra, en el idioma yoruba. Ese significado se hace realidad: lo sagrado, lo espiritual y lo sólido, lo material están en coherencia por el ritmo que lleva el compás de esta agrupación.
Cada toque cuenta una historia, desde siempre hasta hoy. Cuando llegaron los esclavos africanos a orillas del Río de la Plata, a fines del siglo XVIII, trajeron el candombe como manera de expresión. La comunicación a través de un diálogo de tambores: “llama el piano, responde el chico, llama el piano responde el repique” explica una de las integrantes.
Un crisol de sentimientos son los que movilizan a estas mujeres. El candombe que las unió las libera.

Cambiando paradigmas

Cuenta Emi  que es parte de la agrupación desde el nacimiento de la comparsa, que aun cuando dice que forma parte, algunos afirman que es bailarina, nunca la asocian a que pueda tocar el tambor. Ahí se ve claramente la construcción social del rol de la mujer en algunos espacios. Pero en estos 10 años lograron posicionarse, consolidarse y colocarse en el lugar que les correspondía, ya no hablan de conquistar sino de apoderarse de espacios donde los mandatos coartaban el derecho de aprendizaje, disfrute y realización. Tocar los tambores que era para los hombres, ya no lo es; aunque algunos aún se incomodan y si, son transgresoras.

Orun aiye 3
Esta veintena de mujeres tiene muchas cosas en común, cada una en su diseño le da al grupo una impronta de diversidad, hermandad y comunión. Han creado un lugar, su propio espacio de fuerza, vida, salvación y feminismo. Han marcado un terreno y son propietarias de una identidad.
Mica está desde el inicio y en esta década su visión de su femineidad cambió por completo lejos de los estereotipos y más desde la aceptación y libertad. El candombe para ella es familia, compañerismo y sobre todo la ayudó a sanar.

Los toques de la maternidad

Por su lado, Maca cuenta que se acercó al candombe hace unos ocho años por intermedio de su compañero que tocaba tambores. Luego de asistir a un taller realizado por las “Orunas”, así se denominan, mientras estaba embarazada al igual que otra compañera remarca que maternar acompañada de sus compañeras fue una red de sostén de feminidades, crianza compartida, escucha, empatía y sobre todo de “no juzgamiento”.
Maternar es una de las exteriorizaciones que surgen de los testimonios. Maternar los propios y los otros, maternar colectivamente es una de las cualidades vividas. Es capítulo aparte de la formación y un eslabón fundamental en la comparsa. Muchas fueron madres participando de “la grupa” logrando una red de crianza, confiando una en las otras en este acompañamiento de criar. Majo se emociona al recordar esa etapa y lo maravilloso que fue vivirla acunada por las mujeres que integran el grupo.
Hay tantos testimonios como cantidad de “Orunas”, cada una vivencia su experiencia de una manera única. Flor cuenta que el primer día que fue a un ensayo de la comparsa tuvo un accidente que le imposibilitó seguir practicando danzas clásicas, es por eso que Orun Aiyé significa para ella la re - conexión con la danza de una manera más libre sin tanta autoexigencia ni perfeccionismo, desde el sentir. Cita a Rosa Luna, bailarina de candombe ya fallecida parafraseando lo que dice en una entrevista: “no te puedo decir cómo bailar porque se siente, empieza a tocar una cuerda de tambores y tengo que salir a bailar, el tambor te llama”. A Flor le tiembla la voz y sus ojos se ponen más brillosos, la invade la emoción, “no solo nos convoca el tambor, nos convoca la maternidad, la hermandad, la energía” “¿cómo me voy a ir?”, sostiene.
Yesi forma parte del espacio desde sus inicios y asegura que su pertenecer “lo hace la fuerza, la valentía, el candombe gozado, la sororidad, la compañía. Una grupa que sabe de respeto, sin presiones. Que logra llevar a cada una a la mejor versión”.
El candombe tiene eso, que te mueve desde lo profundo, desde la raíz. El candombe habla de comunidad, de lo colectivo, de expresión, de inclusión. El candombe es tan fuerte que a pesar del tiempo se reafirma en un canto de expresión de libertad e identidad. Por eso no es casualidad que las energías confluyan en Orun Aiyé.

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Sofía en su testimonio dice que “encontrar a las Orunas fue encontrar a otras como yo, pero distintas a mí. Esa sensación de red que tenemos es maravillosa.”
Y realmente es así, la sensación de red se convierte en real porque también abrazan a otras mujeres que no son de la ciudad. Silvia habla de orgullo de pertenecer a la agrupación, ella ha tenido otras experiencias, pero resalta la organización, el respeto, lo familiar y el maternar se cruza permanentemente siendo parte. La comparsa es un espacio de sinceridad, de planteos hacia adentro.
Orun Aiyé se caracteriza por su calidad de relaciones, cualidad que ante un mundo tan individualista escasea.
El hacer comunitario, el hacer en colectivo y sobre todo las mujeres tienen esa potencia inigualable de crear y re - establecer.
Los testimonios siguen. Las expresiones de felicidad son miles. Como así el acompañamiento ante situaciones dolorosas e injustas. Pero en Orun Aiyé la energía es liberadora como cada toque, como cada paso de danza.
Ellas bailan y tocan, como en la vida misma. Ellas escuchan el toque y con una mirada se escanean unas a otras y sienten y perciben el otro toque, el que brota del corazón. El mismo ritmo de la vida. Fuerza, empuje, vitalidad, gozo, disfrute. Todo eso logran a puro candombe compartido que es la esencia transgresora.
Esta marea de mujeres tiene nombre y apellido. ¿Quiénes son?
Agustina Lupo, María José Maliani, María Emilia Zaffora, Yessica Sotes, María Eugenia Rodgers, Macarena Castro, Micaela Orengo, María Victoria Deluca, Carolina Marchuetta, Jimena Alvarado, Sofía Kuitert, Cindy Scardilli, Anabella Todesco, Marisa Alvarez, Silvia Boggi, Andrea Bonifacio, Florencia Hait, Ana Praiz, Paula Villamayor, Verónica Seoane, Laura Lodoño y las que se suman a esta propuesta colectiva de mujeres candomberas.
Ellas hacen que el cielo y la tierra bailen. Orun Aiyé se viste de blanco, violeta y naranja, para danzar al compás de los tambores. Para expresar, comunicar y liberar vidas.

(*) Nota realizada en el marco de la Cátedra Redacción Periodística II. Carrera de Periodismo. Facso.