Notas

Entrevista a la mamá de “Mara”

La lucha solitaria de una mujer contra el olvido y por la justicia

La desaparición de Germán Esteban "Mara" Navarro el 24 de octubre de 2004, convirtió a Graciela Alderete, su madre, en una mujer que recorre fiscalías, oficinas estatales y calles reclamando justicia y memoria para su hijo pero también para otras víctimas de violencia en Olavarría

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Graciela relata su lucha por momentos con
bronca, angustia y soledad.
/Foto: Sol Nahuelpan.

“Siempre es lo mismo, yo sigo reclamando lo mismo; justicia”, asevera Graciela Alderete rompiendo el silencio casi absoluto que hay en su casa en la hora de la siesta. Su hijo Germán Esteban Navarro o “Mara”, como él se sentía, desapareció el 24 de octubre de 2004. Esa noche no volvió a dormir a lo de su hermana. “Él todas esas noches no se quedaba acá, porque como habían robado, y habían entrado por la ventana de la pieza de él, tenía miedo”, recuerda Graciela.

Antes de que esto ocurriera, “Mara” ya andaba en la calle con miedo. Su propia casa le trae recuerdos a Graciela. “Un día yo estaba pelando papas acá”, señala la bacha que está al lado de la cocina. “Se levantó, se apoyó en esta silla, se calzó las zapatillas y me dijo: ‘Te voy a contar una cosa, pero no te enojes’. Yo ya le había dicho que si lo llevaban a la comisaría, por andar en la calle no lo iba a ir a ir a buscar. ‘Te van hacer limpiar, baldear, te van a dar sobras de comida de los restaurantes y yo no te voy a ir a buscar hasta que no sea el día que te larguen’ le dije. ‘Já, no ves que no se te puede contar nada a vos, pero te lo voy a contar igual’, me dijo. Tenía unos modos…” Y Graciela repite tal cual lo que su hijo le contó: “Anoche me llevaron los milicos. Yo pensé que me llevaban detenido porque no tenía documentos”. Ella relata que, según le contó su hijo, “cuando iban en el viaje les dijeron ‘no se asusten chicos, los venimos a buscar para una fiesta de despedida de soltero en el Comando’” (de patrullas). Con la voz debilitada recuerda que “Esteban les tenía terror. Él veía a la Policía y decía ‘vamos a doblar por acá que andan estos’”.

Luego de cada evocación pesada, llega un silencio insostenible que, cada tanto, quiebra el ladrido de un perro o el transitar raudo de una moto con el caño de escape descubierto. Y Graciela vuelve. “Tengo para contarte miles de cosas que él hacía. Venía, se paraba acá que está más alto (cuenta señalando el umbral de su habitación) y decía ‘¿Y esto cómo me queda?’. Se ponía un vestido, se ponía minis, botas, se levantaba el pelo, se ponía aros. ‘¿Cómo me queda este?’ y daba vueltas. Yo lo miraba. ‘Sí, ya sé. A vos no te gusta nada’, me decía, pegaba la vuelta y se volvía a cambiar, y venía a cada rato a mostrarme ropa. Tenía de pantalón blanco a pantalón negro pasando por todos los colores. Era impresionante la ropa que tenía. Saqué todo, vendí, regalé todas las cosas que eran de él. Porque era entrar, ir a la habitación y ver si estaba”, solloza.

“No es para cualquiera que te entreguen pedacitos de tu hijo, y no tenía rastros de nada, de nada. Eran unos cachitos de huesos blancos, no tenía tejido, le faltaban casi todas las partes del cuerpo. Así que ya te digo, yo tengo un coraje y una lucha terrible que no voy a dejar”. El sollozo ya es llanto. “Quiero que se haga justicia, por lo menos para que mi hijo descanse tranquilo, descanse en paz y yo sentirme en paz”.

La lucha de Graciela parece esfumarse muchas veces en la desidia y la burla de la impunidad. Sale a la calle y se cruza con los supuestos asesinos de Mara. A los 20 días de la desaparición, entraron en su casa y le robaron un radiograbador que contenía un cassette con la voz de su hijo. Un testimonio que escuchaba solo para sentirlo cerca por unos instantes. Un fiscal la denunció porque, sumida en su dolor y en su bronca, tal como permanece hoy, declaró que el funcionario la “usó para tapar otra cosa”.

Unos pocos huesos distinguen a su hijo de un desaparecido en democracia. “Tengo las cosas lindas de él para poder seguir adelante, porque es re doloroso, porque vos decís cuando es un accidente, tiene una enfermedad, con el tiempo te vas resignando. Pero esto, que no sabés por qué, cómo. Lo metieron en que se quedaba con droga, que se quedaba con vueltos, que vendía. Y yo sé lo que era mi hijo. Era un chico sano. Vivía de fantasías. Estaba con que se iba a operar, que se iba a sacar la barba. Él vivía en un mundo de fantasías”.

“Si no hago marchas es porque no te acompaña nadie"

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Entre las manos de su madre, un pin
que pide justicia por Esteban Navarro.
/Foto:Sol Nahuelpan.

Si alguien decide salir a la calle y acompañar a los familiares de las víctimas de violencia en Olavarría, se encontrará con Graciela Alderete. Su paso marcha siempre con firmeza y su mirada es penetrante. Conoce los casos de las muertes de Bravo, Corbalán, Mora, Giangreco, Stramessi y Tirador, entre muchos otros. Y sabe también, que ella no tiene tantas redes como otros, producto de la desigualdad.

"Si fuese una chica de barrio no se junta tanta gente. Pero como (Graciela Tirador) era una profesional, había gente de la municipalidad. Yo fui a una de las marchas pero me vine porque dije 'esto no es para mí', porque yo he estado en muchas marchas y no han sido como estas. Han estado el familiar directo y algún vecino que acompaña y nadie más", reflexiona acerca de la convocada marcha por el asesinato de Graciela Tirador, ocurrido el pasado 13 de enero, que llevó como consigna "no más violencia contra las mujeres".

“A las marchas voy a pedir justicia”, insiste Graciela mientras el tren carguero de las cinco de la tarde se anuncia con su bocina y hace temblar las casas. “Siento que estoy haciendo algo por Esteban. Si yo no hago marchas es por el mismo motivo, porque no te acompaña nadie, porque te miran como si fueses un sapo de otro pozo. O como la loca que pide por algo que no puede ser. Y yo pienso y acompaño a la gente y hay veces que me da tanta impotencia que te miran, muchas veces hay gente que está sentada en las mesas de las confiterías y te miran como diciendo qué hacen esos locos, que van golpeando las manos pidiendo justicia. Nada. Porque hoy me pasó a mí, pero mañana le puede pasar a cualquiera de ellos”.

“La gente no entiende que estamos viviendo con asesinos”, asevera Graciela casi gritando. “Y en cualquier momento van a matar a otro y a otro y a otro ¿Hasta cuándo? Acá no es solo Esteban, hay muchísimos. Te imaginás la dominicana (Mairel Mora) ¿Quién va a pedir justicia por ella, quién va a venir? Nadie piensa en sus hijos. Nadie piensa en sus padres, en sus hermanos, nada. Es realmente tan triste, que yo me pongo a pensar ‘Esteban que suerte que tenés a tu madre que mientras pueda caminar y hablar, va a seguir adelante’ ¿Pero ellos?”.

“La gente tiene que tener miedo de que hay asesinos”

“A mí me ayuda que cualquiera nombre el caso de Esteban ¿Sabés por qué? Porque cuando se nombra el caso de Esteban acá, se ponen nerviosos. Dicen ‘a ver si me toca, me nombran o…’ yo te digo que si yo supiera realmente, no dudaría ni un minuto en agarrar y decirlo, viste. Voy a buscarlo. A mí me han dicho ‘¿No tenés miedo?’ Qué miedo voy a tener ¿Qué pueden hacer? ¿Matarme, pegarme un tiro en la cabeza? Pero algún otro va a quedar para que siga. Hasta que llegue la verdad. Yo vivo sola, imagináte que si quisieran venir, me hacen cualquier cosa, pero siempre alguno va a quedar para hacer justicia”.

Graciela siente bronca por la indiferencia social. “La gente sabe pero no quiere hablar. “Tienen miedo porque esa gente que vivía ahí o vive, donde encontraron los restos de Esteban, saben muchas cosas, o han visto o han escuchado, alguien tiene que haber escuchado. Pero qué pasa tienen miedo porque después o te mandan a robar o te tirotean tu casa, es así. Pero yo digo que la gente no tendría que tener miedo. Tienen que tener miedo de que hay asesinos sueltos a eso es lo que le tienen que tener miedo, y capaz que lo cruzan y le dicen ‘buen día señor’ y están hablando con un asesino, entonces la gente tendría que ver un poco eso, salir más a gritar a la calle, pero no, no sale”, se lamenta. Ella, que prefiere referirse a Mara como Esteban, habla como madre, como vecina de Olavarría, como una mujer que exige justicia casi en soledad y que se aferra a la memoria ya como único recurso de su resistencia. /AC-FACSO