Notas

Entrevista a Mariano Melotto, hijo de la última víctima de femicidio

Dejar huella en la memoria colectiva para oponerse a la violencia machista

El asesinato de Graciela Tirador volvió a mostrar lo atroz de una problemática que se repite en Olavarría. Marcado por su formación antropológica, su hijo insiste en mantener activa y visible la lucha contra la opresión de la mujer

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Los hijos de Graciela Tirador encabezando una de las marchas realizadas. / Foto: Gentileza Mariano Melotto.

Mariano Melotto, de 34 años, se muestra reflexivo y se define como un ciudadano empujado a conocer más sobre una de las grandes problemáticas actuales. Graciela Tirador, su madre, es la última de las 13 víctimas locales de violencia de género registradas desde 2002 hasta la actualidad. El pasado 13 de enero Tirador fue asesinada en su domicilio por su ex pareja. La carátula del caso es la primera en Olavarría que incluye la definición de femicidio: "Homicidio doblemente calificado por femicidio y ensañamiento”.

El valor de la prevención y concientización

“Uno de los principales obstáculos a vencer está en que el machismo y la violencia de género son consideradas por muchas personas como algo legítimo y privado. Es necesario desnaturalizar los abusos que parten de ideas de una supuesta superioridad de los hombres y cambiar las representaciones de que este es un problema de puertas adentro”, analiza Mariano, licenciado en Antropología, quien es de Olavarría pero actualmente vive en La Plata y es becario del CONICET. La violencia de género es, según él, un problema en el que todos somos responsables. Desde su óptica, tanto el Estado y sus instituciones como los ciudadanos, deben cumplir con un rol mucho más activo para prevenir y tratar de erradicar esta problemática que afecta a todas las esferas sociales.

Por su formación académica, Mariano reflexiona sobre lo que le ocurrió a su madre con una inevitable influencia antropológica. El sistema judicial-penal muchas veces no funciona de manera expeditiva, según él, o está sobrepasado ante la urgencia que determinados casos merecen. Aunque es consciente de que es muy difícil evaluar la gravedad de cada caso. Ante las dificultades que surgen, estos actos “podrían ser contrarrestados, por ejemplo, con grupos de ciudadanos, vecinos y vecinas que se ocupen de mapear los casos de violencia de género y que tengan reuniones periódicas o contacto directo con comisarías de la mujer” propone Mariano, para quien la comunidad debe ser  un actor social relevante.

Repensar el alcance de las funciones del Estado también es una obligación. Para Mariano la condena de este tipo de abusos debe comenzar desde la infancia mediante el sistema educativo. “Aquello que aprendemos de niños se incorpora con una fuerza y permanencia mayor que en cualquier otro período de la vida”. Lo elemental, en este punto, no sería agregar materias a la currícula sino “complementarlo con la labor de los docentes, quienes deben estar más atentos a casos de violencia machista en las escuelas”.

Hacerse visible: la importancia de manifestarse

El pasado 4 de febrero una multitudinaria marcha, impulsada por el homicidio de Graciela Tirador, recorrió las calles céntricas de Olavarría para reclamar medidas eficientes de prevención y pedir justicia para que los casos de femicidio no queden impunes. Los tres hijos de Tirador, Carla, Mariano y María, junto a otros familiares, encabezaron los reclamos en donde dieron voz y cuerpo al pedido urgente de sanear esta problemática.

Para Mariano el mejor espacio para cualquier reclamo es la calle. Cuando las personas se unen para reclamar por un motivo justo y ganan el espacio público se “entiende el poder que realmente poseen los ciudadanos”. De esta manera, el problema existe, se hace visible. Y la condena social deja en evidencia a los culpables. “Yo no subestimaría a la condena social, hoy por ejemplo en Olavarría todo el mundo sabe que Pablo Luis Barbato asesinó a mi madre”.

“Soy consciente de que gran parte del apoyo de las instituciones del Estado que recibimos y la importante convocatoria que tuvieron las marchas que realizamos es, más allá de la gravedad del caso, producto de tener la posibilidad de poner en juego redes sociales, tiempo y dinero para pagar una abogada, imprimir volantes y salir a repartirlos, tener acceso a los medios masivos, entre otros recursos que tiene una familia de clase media. Está bien poder contar con estas herramientas, lo que está mal es que personas con bajos o nulos recursos no cuenten con las mismas posibilidades”. Para Mariano, esta desigualdad también debe ser resuelta por las instituciones que corresponda, aunque sabe que eso no evita asesinatos. “Con recursos y todo, mi madre igual fue asesinada”.

En torno a la memoria y al efecto de los reclamos en la comunidad, Mariano opina que “si un caso no hace el ruido suficiente y no llega a los medios no deja huella en la memoria colectiva”. La importancia no solo reside en cubrir los casos de femicidio sino en observar cómo esos medios masivos llevan adelante su trabajo, “no solo por la importancia relativa que dan a un caso y a otro según las particularidades de cada uno, sino porque además es normal encontrar en estos espacios de comunicación personas retrógradas que permanentemente justifican estos hechos o culpabilizan a la víctima por la forma en cómo se vestía, por lo promiscua que pudiera ser y hasta por el simple hecho de su elección sexual o de género” enfatiza Mariano. “Los estereotipos y ‘chistes’ sobre las mujeres y hasta sobre víctimas de violencia de género están a la orden del día”, observa Mariano para advertir la urgencia de reflexionar sobre la función social de los medios y la forma de tratar los femicidios.

Hacerse respetar y valorar como mujer

Las personas que sufren hechos de violencia de género son sometidas constantemente al agravio verbal, físico o psicológico. Llegado este momento, es necesario “agotar todas las vías y recursos que brindan las instituciones del Estado, por empezar realizar la denuncia lo antes posible”. Un punto a destacar para Mariano es que “la vigilancia debería estar enfocada en el agresor y no en la persona que hace la denuncia, previa evaluación de la gravedad real del caso”.

En este contexto, el verdadero empoderamiento como persona y mujer, el hacerse respetar, puede realizarse, según Mariano, cuando una mujer no teme hacer pública su situación de víctima pero eso no siempre es posible porque “muchas veces los mismos parámetros machistas en que fueron socializadas generan vergüenza en quienes sufren agresiones”.

En las palabras de Mariano se refleja la necesidad de trabajar en el presente para pensar un futuro más digno, igualitario y justo. “Considero que las mujeres víctimas de este tipo de abusos deben unirse para enfrentar de manera inmediata a sus agresores, siempre dentro del marco de la ley”. Según los casos, la dependencia económica o el tener hijos en común, entre otras variables, impide que una mujer pueda alejarse de su agresor o tomar los recaudos necesarios, sin embargo, Mariano recuerda que “existen sobrados ejemplos en Argentina de lo que un grupo de mujeres pueden hacer si se unen con el fin de pedir justicia”.

Familiares, amigos y amigas de Graciela Tirador, están planeando jornadas para la segunda mitad del año, donde a través de expresiones artísticas se visibilice y sensibilice sobre la temática. Esas acciones tendrán como objetivo, además, difundir información acerca de todas las instituciones estatales, organizaciones de diferente índole y herramientas legales y funcionales que existen en Olavarría para los casos de violencia de género.

Mariano sostiene enfáticamente que las políticas que se tomen, en prevención, sensibilización o difusión, deben ser sostenidas a largo plazo. Aunque el ideal a alcanzar sea desterrar la violencia, Mariano se concentra en la permanencia de los reclamos. “Es necesario que esta preocupación actual no se apague”. /AC- FACSO.