¿Podremos bañarnos dos veces en la misma ola?
Un análisis sobre la situación de los feminismos hoy, en medio de un desánimo generalizado que gana terreno y agobia a mujeres y disidencias. Sin embargo, la posibilidad de reinventarse sigue latente.
Sofía Acosta (*) Colaboradora Agencia Comunica
Si algo ha caracterizado al movimiento transfeminista en Argentina es su imaginación avasalladora, su modo de romper las reglas y hacer de la creatividad una manera de habitar las calles y las redes. Ese doble juego tan difícil de lograr hacia adentro de organizaciones políticas y sociales. Las mujeres y diversidades supimos ponerle color y mensaje político, y todas y todos queríamos fotografiar, estar, ser parte. Bueno, no todas, pero una gran parte de la sociedad sí.
Sin embargo, pandemia mediante, esos lazos y redes que supimos conseguir se fueron resquebrajando: un poco por cansancio, otro por desilusión y otro tanto, quién sabe por qué.
Recuerdo haberle preguntado en una entrevista a Verónica Gago, filósofa y politóloga, si estábamos desorganizadas antes de que los libertarios ganaran las elecciones. Me respondió, contundente:
“Trabajamos más horas por menos dinero, y eso afecta la disponibilidad de tiempo, las ganas y el resto psíquico, anímico, para organizarse o para ir a una asamblea.”
Estamos cansadas, agotadas. Vivimos comentando las barbaridades y la deshumanización de un gobierno de hombres blancos desquiciados, dispuestos a reventar un país entero, con la gente adentro. A arrodillarse frente al FMI o, en términos de ellos, a poner el culo.
¿No les pasa que se sienten desanimadas, desanimados? ¿No levantan la mirada en el subte y ven cómo el resto de las personas —igual que vos hasta hace un instante— hacen muecas frente a una pantalla, con el cuello hacia abajo, iluminándose el rostro con la luz del celular?
¿Ustedes también perdieron las ganas, el entusiasmo, de desarrollarse en la profesión que estudiaron porque sienten que no sirve para nada y que cualquiera —ya no solo un panelista, sino una persona con un celular y un micrófono enganchado— puede ser comunicador/a? ¿O peor aún, que un sistema operativo, una IA —me animo a decir, seguramente desarrollada por algún hombre blanco— puede suplantar el trabajo de un comunicador o comunicadora?
¿Sabrá Jonatan Maximiliano Goldfarb, alias “Joni Viale”, cuya formación en medios es ser hijo de Mauro Viale, qué significa el 3J o por qué se celebra el 7 de junio en Argentina el Día del y la Periodista? ¿O bien la responsabilidad que implica tener un micrófono delante?
¿Levantará los platos cuando termine de comer Luis Majul? ¿O habrá una trabajadora de casas particulares? ¿Sabrá que quienes realizan esta tarea, en un alto porcentaje, son mujeres?
La resaca
Hace apenas unos días, la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito cumplió 20 años. “La marea verde” fue una frase que utilizaron los medios masivos y populares, hegemónicos y barriales, para describir lo que significó, la cuarta ola del feminismo en América Latina y la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito. María Alicia Gutiérrez, socióloga e investigadora, integrante de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, frente a miles de pibas un 8 de agosto de 2018 —día en que el proyecto de legalización del aborto fue rechazado en el Senado— me dijo:
“Ustedes están viviendo lo que nosotras vivimos en los 70”.
Me emociono cada vez que lo pienso, en esa victoria que ese día no fue, pero que más adelante nos daría revancha.
Googlé cómo se llama el momento en el que la ola vuelve hacia atrás para volver a armarse: “resaca” o “corriente de retorno”. Resaca me identifica. Queda algo ahí que vuelve a armarse, a veces con más fuerza, otras con menos, pero siempre reinventándose, siempre distinto.
“Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”, dijo Heráclito de Éfeso. ¿Será que en una ola sí?
* Periodista graduada en la UNLP