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Acoso escolar

Una mochila pesada: cuando la violencia va más allá del aula

En un último estudio de alcance internacional, realizado en 2024 y difundido por la ONG de Bullying sin Fronteras, Argentina se encuentra en el puesto tercero con más casos de acoso escolar. ¿Cómo se ve esto reflejado en Olavarría?

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El acoso escolar crece cada vez más en Argentina. Imagen: www.avantipellegrini.com.ar

26/05/2025

Rocío Vergara - Agencia Comunica

Pellegrini, Buenos Aires

En un pueblo de no más de siete mil habitantes, un adolescente de trece años decidió, un 12 de junio de 2024, no seguir viviendo. Hace tiempo que no se sentía bien: ir a la escuela le producía escalofríos y ganas de llorar cada vez que su madre le decía que debía levantarse en la mañana.
Su voz era casi inaudible cuando caminaba solo por los pasillos del secundario. A veces estaba solo; otras veces estaba con sus compañeros. En clases, empujaba su banco o gritaba con todas sus fuerzas. Las preceptoras lo trataban como un niño “enfermo”, como alguien que necesitaba ser medicado. Su hermana preocupada por él, acudía a su madre, pero la familia se ocupó de contar en notas periodísticas a medios nacionales que muchas de las denuncias no fueron atendidas.
A Guadalupe Abaca, su madre, la llamaban desde la dirección para decirle que lo fuera a buscar, “porque de la nada había gritado, porque de la nada había tirado un pupitre”. Ella sospechaba que detrás de esa palabra —“de la nada”— habían muchas cosas que su intuición callaba.
El último día que fue a clases, estuvo un rato en el aula, pero luego salió al patio. Volvieron a llamar a su madre para que lo fuera a retirar, porque “de la nada salió del salón”. Por la tarde, al regresar de su jornada escolar, tomó la decisión de acabar con su vida.

¿No solo pasa en las aulas?

Esta historia deja ver un problema social eminente: el acoso escolar atraviesa todos los ámbitos de la cotidianidad, no se queda solo en el proceso de la escolaridad. Laura Hoffman, diplomada en Infancias, Pedagogía y Educación, explicó que “el bullying es el acoso sostenido en el tiempo, que se inicia en el colegio y que va más allá del aula”.
Las violencias escolares son situaciones de agresión que pueden ser de tipo verbal, física o social, tanto dentro del ámbito educativo como en el ámbito exterior. Puede suceder en los alrededores de las escuelas, en el camino hacia o desde el colegio, así como en línea o en entornos digitales.

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“Muchas veces a los docentes se nos escapa, digamos, porque no transcurre en el salón, más allá de que uno pueda tener indicios. A veces los docentes llegan y a veces cuando llegan, llegan tarde”.
Quienes cometen actos de este tipo pueden asumir distintos roles: el de agresor o el del espectador. Estos no son estáticos, sino que se trata de una dinámica, es decir que con el tiempo pueden ir cambiando.
José Mogavero, director de la Escuela Secundaria N°17 de Sierra Chica, explicó que “el acoso escolar se da más entre los primeros, segundos y terceros años generalmente. Sucede entre pares y se vincula con la singularidad de lo masculino y lo femenino”. Así también manifestó que hay una gran escala de violencia en aumento, haciendo un llamado a que las familias se incorporen a trabajar en proyectos pedagógicos junto a la escuela y otros profesionales del ámbito educativo y de la salud. En este sentido, Hoffman reforzó la importancia del rol de la familia: “dialogar con los hijos o hijas, preguntar qué les está pasando, charlar sobre los vínculos, las amistades, sobre cómo se dan esas relaciones que se sostienen muchas veces a través de los dispositivos”.
Los docentes tienen un rol clave en cuanto a esta problemática: los educadores asumen que no solo se trata de enseñar lo disciplinar, un contenido educativo, sino también enseñar a cómo convivir, prestar atención ante una determinada señal de algún estudiante que puede estar viviendo angustia o algún estado de soledad, cómo notificar al equipo orientador o al preceptor en qué situación está cada uno de los estudiantes, para prevenir o intervenir en caso de que se presenten situaciones de falta de respeto o de discriminación que puedan terminar en acoso escolar.

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Las escuelas cuentan con protocolos y guías para poder actuar ante ello, pero el foco no se queda ahí sino también en la ausencia del vínculo de los padres con las instituciones. Laura Hoffman agregó que “no es que nos faltan protocolos, es que quizás falta trabajar más en la prevención. Hacernos cargo de que los adultos tenemos que trabajar sostenidamente en la creación de esos vínculos diferentes que se dan a partir de un like en una foto y estar muy atentos, para no llegar tarde cuando las cosas ya sucedieron”.

¿Y la universidad?

No siempre se presenta de manera explícita, muchas de las veces es parte de un silencio rotundo, de un hilo que no se rompe hasta que termina en algo trágico. Aparece en los vínculos cotidianos, se ve en la exclusión, en la ridiculización, en los insultos, en el esparcir de rumores, etc., que se naturalizan entre los jóvenes, como si se tratara de un simple chiste.
Esto no solo se queda en el tramo educativo del secundario, sino que trasciende a instancias superiores como la universidad, los terciarios, etc. Gimena Fernández, docente de secundario y parte del programa PIPE (programa de ingreso, permanencia y egreso) de la Facultad de Ciencias Sociales, mencionó que hay una creencia de “que cuando la persona ingresa a los estudios superiores ya no hace este tipo de cuestiones porque es un adulto, entonces ya se hizo consciente de sus responsabilidades, de su rol. Pero esto es un problema, que ya no es solo de la secundaria”.
Agrega que “entonces que también se convirtió en un problema de la universidad y creo que esto es porque por un lado es un síntoma de época y porque no podemos presumir o pensar que esa persona que sufría bullying o esa persona que acosaba y molestaba y agredía a un otro, una vez que cambia de nivel y obtiene el título de secundario se convierte en otra”.
Es necesario que se trabaje sobre esto ya sea desde la familia, la escuela o un club. Generar debates, reflexiones, espacios de escucha donde los jóvenes tengan confianza para poder plantear los conflictos y que se pueda gestionar con herramientas una solución, a tiempo.

¿Qué se está haciendo en Olavarría?

Entre todas las instituciones se está trabajando e implementando jornadas provinciales de convivencia, de salud mental, de ESI (Educación Sexual Integral), teniendo como eje el respeto, la no discrminación y la sana convivencia. Se tratan de proyectos participativos donde se tiene en cuenta la palabra, la escucha activa y los diversos gustos de cada uno de los estudiantes.

Tenemos que trabajar en conjunto para poder pensar una escuela como territorio de paz.

Los docentes también son parte de estas jornadas como también de un espacio donde reflexionan y piensan sobre los problemas que suceden en las escuelas, considerando de qué manera poder intervenir ante un conflicto.
Frente a esta problemática que interpela a la sociedad, la escuela no puede ser una institución aislada. La escucha activa, los espacios de confianza, las reflexiones, la prevención y la intervención temprana son clave para evitar que el acoso escolar incremente. Cómo expresó José Mogavero “en este momento familia, escuela y distintas instituciones vinculadas con el Estado tenemos que trabajar en conjunto para poder pensar una escuela como territorio de paz. Si tenés una sociedad violenta que reproduce los golpes como una solución al conflicto, eso repercute hoy en la escuela. Y necesitamos pensar que todo el mundo quiere ir a la escuela a estar en paz”.