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Arte a la gorra

Los artistas callejeros comparten en los espacios públicos un poco del arte que les apasiona. Músicos, estatuas vivientes o malabaristas son algunos ejemplos que se lucen en Olavarría. Hoy cuentan cómo es trabajar de esto.

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Lucas Woldryk - Agencia Comunica

17/4/2024

Valorado por muchas personas y cuestionado por otras, el arte callejero no hace distinción de clases. Se trata de shows brindados para cualquier persona que se encuentre circulando por la ciudad, y realizados sin la intención de recibir dinero, sino de compartir un poco de la pasión de estos artistas. En diálogo con Agencia Comunica, los artistas callejeros Roberto “Pury” Murúa (Músico), Valentín Del Río y Agustina Artero (Malabaristas) y José Luis Santiago (Estatuista) contaron cómo es el arte de pasar la gorra.

Comienzos

El show que brindan los artistas en la calle no es algo improvisado, requiere de formación y preparación, en algunos casos incluso desde la niñez. Lo que más tarde se exhibe en la calle suele tener años e historias detrás.

El músico Roberto “Pury” Murúa toca su guitarra todos los días en la Plaza Coronel Olavarría, y cuenta que su incursión en la música comenzó cuando empezó a concurrir a la sala de ensayo de su amigo Marcelo Cides. En un momento complicado de su vida, Marcelo lo invitaba a la sala donde solía tocar con otros amigos. Pury menciona que en una ocasión pasó por allí el hermano de su amigo, el reconocido músico Guillermo Cides, y ese fue el puntapié definitivo para que él mismo comience con su trayectoria, “un día pasó Guillermo, el hermano, y tocando el stick fue terrible. Ahí fue donde empecé y me compré un bajo”.

En el año 2013 Roberto sufrió un accidente laboral, el cual lo dejó sin trabajo y en situación de calle. “Nadie se hizo cargo de nada y yo me quede con una discapacidad”, manifestó. En ese momento Pury decidió llevar su música a la plaza, “lo de la plaza nació también por el tema de tirar la gorra. Para el que le gusta la onda, lo que está escuchando, y yo con eso como”, agregó el artista.

Valentin Del Rio y Agustina Artero cuentan que desde muy chicos comenzaron su acercamiento a lo artístico. Valentin comenzó con los malabares hace 15 años, cuando tenía 10 años de edad. “Empecé con los malabares como búsqueda de un refugio. En ese momento mi Educación Física no era buena. No supieron cómo enseñarme Educación Física y encontré los malabares”, manifestó. “Me acordaba que mi papá hacía con tres naranjas, o tres cosas que se encontraba, para entretenerme a mí y a mis hermanas”, recordó.

En 2019 entendió que hacer malabares sería una buena forma de reunir dinero para pagarse los campamentos del Instituto de Educación Física, “si bien mi familia me bancó el estudio, quería dar una mano tratando de recaudar un poco de plata”, agregó Valentin. Recuerda esa actividad hecha “a pulmón” con mucho sacrificio pero como una linda experiencia.

En el caso de Agustina, comenzó sus estudios de danza a los 5 años y pudo recibirse de Profesora de Danzas clásicas y de Danzas Españolas. Si bien dio clases por dos años, actualmente le da mayor prioridad al profesorado de Educación Física que está cursando. Con respecto al malabar, Agustina comenta “conocí el malabar por Valen, quedé encantada con todo lo que hacía y empecé a indagar cuestiones que se adaptaran más a mis habilidades. Mi arte está por el lado de la danza”.

Este año comenzó con el arte callejero por necesidad económica debido a un problema de salud. Pero lo que encuentra, en definitiva, es el ida y vuelta con la gente. “Es hermoso ver cómo te aplauden desde adentro de un auto y te dan las gracias. Te ayuda un poco a salir adelante”, reflexiona.

Por otra parte, el estatuista José Luis Santiago menciona que el estatuismo se da en su vida de “rebote”. José Luis recuerda que hace siete años se encontraba cursando el profesorado de teatro. Sin embargo el artista solía ponerse muy nervioso, “yo soy epiléptico y para ser profesor tengo que ser consciente para poder dar una clase. Para dar algunos exámenes me ponía muy nervioso”, expresa. En ese momento su profesora le sugirió que realizara el curso de estatuismo. Si bien en un principio no estaba muy convencido, terminó realizando el seminario, y en tres meses aprendió a hacerse los trajes, a maquillarse y ensayar las posturas. La preparación previa antes de cada interpretación lleva tiempo y dinero, ya que el artista busca hacerse un buen maquillaje para simular la textura del bronce de las estatuas. El artista agregó que los materiales para hacer un personaje son costosos, pero que a través de conocidos ha logrado conseguir camisas, sacos, corbatas y pantalones para hacer sus trajes.

José Luis comenzó a llevar su arte a la plaza hace cuatro años, cuando decidió estatuar por su cuenta de manera independiente. “Yo vivía pendiente de mi profesora y unos compañeros, y como ellos tenían otros trabajos yo estaba sujeto a sus horarios. En esa situación yo prácticamente no progresaba”, señaló.

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José Luis interpretando uno de sus personajes

Interacción con la gente

Generalmente la interacción de la gente con los artistas entrevistados es positiva, solo uno de los artistas manifestó haber tenido una experiencia negativa y fue solo una vez. Este dato describe más que nada a las personas de la ciudad de Olavarría, ya que no en todos lados el trato es el mismo. Existe un fuerte prejuicio con los artistas callejeros, el cual fue uno de los motivos que movilizó a Valentin a la hora de salir al semáforo, “el semáforo está cargado con un montón de estereotipos. Una persona piensa en un malabarista de semáforo y piensa en hippies, viajeros o borrachos. Es una mancha que se tiene que limpiar”, sostuvo.
Valentin define su experiencia con la gente como “buenísima”, ya que el público se divierte, aplaude, los felicita y les da las gracias. Agrega que la gente suele disculparse por no poder colaborar, sin embargo ellos se sienten pagos con el intercambio positivo que surge de manera espontánea.
Valentin recuerda que solo en una ocasión ha sido víctima de una experiencia negativa, que sin embargo la define como una experiencia algo contradictoria: “Un hombre junto a su pareja me estaban colaborando, y la pareja me dijo ¿No probaste con laburar?. Fue la única vez que me dijeron algo”, recordó.

 Agustina menciona que Valentin siempre le advirtió de las cosas negativas que le podían suceder en el semáforo, sin embargo no ha sido víctima de ninguna de estas. La joven afirma que hasta ahora su intercambio con el público es muy bueno y respetuoso y recuerda la ocasión en la que no tuvo alternativa y llevó a su hija. En ese momento, la gente colaboraba mucho para “la peque”. “Esa tarde la peque se robó el show”, recuerda Agustina.

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Valentin Del Rio y Agustin Artero en el semáforo

En el caso de Pury Murúa, el músico cuenta que disfruta mucho el intercambio que se da con la gente. Pury agrega que es lo que más le gusta de lo que hace, que los chicos se pongan a bailar o que la gente que pasa te diga cosas buenas. Recuerda una anécdota en la que un niño le regaló un avión de papel, el cual aún lo guarda en su casa. “Compartir ese tipo de cosas con la gente te conmueve”, afirmó el músico.

Por su parte, José Luis recuerda que en un principio ni se movía cuando hacía sus personajes, “parecía una estatua de verdad”, señaló. Pero en el momento en el que se empezó a mover más, ya sea para llamar a la gente o para posar para una foto, las personas comenzaron a interactuar más con él, principalmente los niños. El artista cuenta que es muy lindo el intercambio con los chicos, algunos lo abrazan y otros le tienen miedo, “los padres muchas veces le dicen que si no se portan bien la estatua los va a retar, y ahí a los chicos les da miedo”, comentó José Luis.

Rédito económico

A la hora de hablar del rédito económico que deja el arte callejero las respuestas fueron diferentes en los distintos casos. Por un lado, Roberto Murúa cuenta que su arte no pasa por lo económico, sino por el intercambio que se produce con la gente, la posibilidad de hacer “cosas grosas” con los demás. Menciona que una de las razones que lo motiva a ir a la plaza es la necesidad de tocar la guitarra sin molestar a sus vecinos. Sin embargo, el aporte económico le sirve al cantante para solventar algunos gastos. Además, agrega que la situación actual no favorece mucho, ya que muchos locales se encuentran cerrados y eso implica que circule menos gente.

José Luis, por su parte, menciona que vive solamente de su arte, ya que no posee otro trabajo. Esto es una complicación a la hora de hacer sus personajes, ya que recaudar el dinero le toma tiempo. Actualmente el artista se sigue perfeccionando, cuenta que se encuentra leyendo el libro de su colega Maria Olivera llamado “Los secretos de la quietud”, del cual está implementando algunas de sus técnicas para aplicar en su espectáculo.

Por otro lado, Valentin y Agustina sostienen que si tuvieran que vivir del malabar sería imposible, no se podría vivir únicamente de eso. Señalan que las colaboraciones que reciben dependen mucho del momento del mes. Valentin cuenta que en el año 2021 hizo un acuerdo con su madre, el cual consistía en que ella le pague el alquiler y el se pagaba la comida, “gracias al semáforo pude comer”. Si bien no se puede vivir del malabar, Valentin comenta que quizás te puede salvar en algunas emergencias. Agrega que la situación económica que atraviesa el país tiene como ventaja que la gente colabora con billetes de mayor valor, y con un par de colaboraciones es posible hacerse una buena ganancia.

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Roberto "Pury" Murúa tocando su guitarra en la plaza


Posibilidades que surgen a partir de la calle

Roberto Murúa comenta que le gusta la idea de implementar más instrumentos a su presentación, pero que es muy difícil por el costo que eso conlleva. Con respecto a realizar shows en otros lugares, no es algo en lo que el músico piense actualmente, ya que lo que él disfruta es la acústica que se logra en la plaza y la espontaneidad con la que toca.

Por su parte, José Luis comenta que actualmente se encuentra ensayando y poniendo en práctica nuevas posturas, al mismo tiempo que realiza y piensa sus personajes.

En el caso de Valentin, comenta que el semáforo le ha dado la posibilidad de conocer a otros malabaristas y de recibir diferentes propuestas, como por ejemplo para animar cumpleaños. Agrega que hace poco tiempo le llegó una invitación de alguien allegado al municipio, con la intención de sacar a los malabaristas del semáforo, ofreciéndoles un sueldo y que estos se dediquen a dar talleres en los barrios. Valentin disfruta mucho de difundir el malabar, y difundirlo como un juego, ya que él siempre lo vio así, “siempre lo vi como un juego. Hoy en Instituto de Educación Física lo comparto y lo enseño como un juego”, manifestó.

Finalmente, Agustina cuenta que se encuentra, junto a otros compañeros, armando un taller para llevar su arte a la formación del profesorado de Educación Física. Manifiesta la idea de abrir las puertas a otro tipo de prácticas que son interesantes para la formación. “Mi cabeza de profe me dice, tenes que mostrar lo que haces y abrir caminos”, concluyó.