Notas

A dos años de pandemia

¿Las transformaciones sociales pueden surgir a partir de un factor externo al humano?

Al inicio de la cuarentena, y con la llegada del virus a nuestro país, surgió la esperanza de un cambio social que “volvería más empática y unida” a nuestra población. Sin embargo, por determinados motivos esta idea fue dejada en el olvido y desde la antropología nos explican el porqué. 

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Sanitarios de la Jiménez Díaz devuelven los aplausos. Fuente: 20Minutos

María José García - Agencia Comunica

21/03/2022

El 11 de marzo de 2020 la OMS declaró la pandemia por un nuevo tipo de coronavirus. Nueve días después, en Argentina se anunció el aislamiento social obligatorio para todo el país. La incertidumbre envolvió los hogares, la soledad colmó las calles. El miedo sucumbió a los trabajadores y la desesperación a los dirigentes.
Con el pasar de los días, y con la llegada del coronavirus a nuestra nación, las formas de relacionarse comenzaron a cambiar. Con la obligatoriedad del distanciamiento y las leyes del aislamiento, lo que nos hacía humanos se encontró ausente: el contacto. Esto derivó en la creación de nuevas formas de encontrarse con el otro. Esta vez, con mediaciones digitales.
El tiempo pasó tan lento, para algunos, que generó muchos espacios de reflexión. Especialmente en las redes sociales. “De acá salimos juntos”, “La pandemia es la forma en la que la naturaleza dijo basta”, “El resultado será una sociedad más empática”, entre otras, fueron las frases que encarnaron la idea de que, debido a la pandemia, la sociedad cambiaría para mejor una vez resuelta la batalla contra el coronavirus.

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Lo cierto es que, dos años después, no se puede pensar en que esta batalla ha terminado. El virus aún sigue, los cambios aún no son definitivos y los cuidados necesarios todavía deben seguir vigentes. Sin embargo, es posible entender que los cambios que han tenido lugar hasta ahora no son tan estructurales como se piensa. Lo correcto, en cambio, es hablar de ciertas modificaciones en los hábitos cotidianos y la aparición de reflexiones que llegaron para quedarse y para desnaturalizar ciertas formas que teníamos de proceder antes de la pandemia.
Así lo afirmó Juan Pablo Matta, Dr. en Antropología, investigador y profesor adjunto de la FACSO: “conviene distinguir entre la modificación de ciertos hábitos y la idea de transformación social. Se han confundido micro modificaciones de la vida cotidiana con transformaciones sociales”.
Otra situación a destacar son las formas de relacionarnos que parecieron ser novedosas pero que, en realidad, eran asuntos que ya venían teniendo lugar antes del aislamiento. Matta lo ejemplificó: “la pandemia ha acelerado algunos procesos en curso, como por ejemplo, la mediatización electrónica de las relaciones o la educación mediante la virtualidad”.
Gracias a ello, “hubo mucha gente que pudo estudiar. Tenemos un dilema quienes trabajamos en la universidad porque ahora nos debemos preguntar qué hacer con las formas existentes de educarnos y relacionarnos”, aludió Matta sobre tener en cuenta la opción de la educación virtual.
El antropólogo entendió que “en un inicio, hubo una especie de entusiasmo y euforia con que íbamos a salir mejor”. Pero, en cuestión de meses,“el episodio dramático de la pandemia se inscribió en las estructuras previas de polarización, que absorbieron la situación problemática nueva, y la famosa grieta reapareció”. Y concluyó: “eso revela que no hubo cambio social, sólo hubo cambios de hábitos. La estructura de la Argentina le ganó a la coyuntura de la pandemia”.
Mónica Sterki, antropóloga y docente de la FACSO, explicó este fenómeno que tuvo lugar al inicio de la cuarentena: “en la situación en la que un enemigo externo nos amenaza a todos, independientemente de las clases sociales, surge lo que, en las Ciencias Políticas, es una de las teorías más clásicas de la guerra: cuando un país está envuelto en un conflicto bélico, y tiene un adversario externo, lo que pasa es que se fortalece la unidad nacional. Esto se vivió en un primer momento durante la pandemia”.

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Sin embargo, este pensamiento entusiasta no duró mucho tiempo. Para la antropóloga, “aunque en un principio estuvo esta actitud de solidaridad y de pensamiento colectivo, lo que pasó es que volvimos a aquello a lo que estamos acostumbrados en el capitalismo. Lamentablemente, estamos educados para ver al otro como un enemigo y no como a alguien con quien podemos cooperar”.
Matta, por su parte, advirtió: “como sociedad creemos que sólo nos podemos volver mejores si pasa algo externo que nos obligue a cambiar. Pero las grandes transformaciones humanas no surgieron por ese motivo, sino porque los seres humanos cambiaron sus condiciones de vida a partir de un proyecto colectivo”.
Finalmente, para lograr realmente transformaciones sociales que perduren en el tiempo no podemos solo acudir a cambios superficiales que duren poco tiempo. Debemos cambiar nuestra forma de pensar y empatizar con el otro, más allá de nuestra posición social.
En este sentido, Sterki reflexionó que, desde el Estado argentino, hay que “reperfilar todo un modo de acceso de bienes, con el apoyo de organizaciones civiles comprometidas. Hay que provocar que ese porcentaje tan alto de gente viviendo en la pobreza y la indigencia ya no sea una estadística, sino que sea mi hermano y mi compatriota que se está muriendo de hambre. Me parece que los cambios tienen que ser estructurales para una mejor calidad de vida para todos”.