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“La peor y única grieta que importa es la de la exclusión social”

En el marco de la presentación de “Historias debidas, conversaciones y testimonios”, la periodista y documentalista Ana Cacopardo reflexiona sobre su trabajo por Latinoamérica, el sistema de medios argentino y la importancia de los testimonios desde el periodismo.

 

Ana Cacopardo es egresada de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Plata. El trascurso de los años y su interés por el cine documental la llevó a Cuba para llevar adelante cursos de realización de documentales en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños. Fue Directora Ejecutiva de la Comisión por la Memoria de la provincia de Buenos Aires (2004-2010) y dirigió los documentales “Cartoneros de Villa Itatí” (2002), “Un claro día de justicia” (2006) y “Ojos que no ven” (2009). Entre otras producciones y realizaciones, condujo en Canal Encuentro la serie "Historias debidas Latinoamérica" (2012-2015) donde entrevisto a figuras de la agenda social y cultural iberoamericanas.

¿Cómo surge y cuál fue el proceso de elaboración del libro “Historias Debidas”?

El libro es hijo de una larga experiencia en Encuentro, en la televisión pública, rindiéndole homenaje a un género bastante bastardeado como es la entrevista. La idea del libro rondó muchas veces pero recién en 2015, cuando la Editorial Patria Grande volvió a la carga, decidí que había que hacer un libro. La experiencia de cuatro años en América Latina fue muy fuerte, había un conjunto de herramientas, de testimonios, de voces, que me pareció importante destacar. Hoy con el libro en la mano celebro haber avanzado en el proyecto. Además de ser voces que sirven de herramientas para pensarnos, muchas de ellas no tienen circulación pública. De manera que se le agregó un doble sentido al libro. Son 31 entrevistas hechas en Argentina y América Latina, reescritas, no es solo una transcripción. Es otro lenguaje, había que hacer una traducción literaria de muchas cosas que en la televisión están por fuera de la palabra: el silencio, un gesto, el cuerpo, eso que a veces importa más que las palabras. A todo eso había que traducirlo. Y ahí está el libro, con voces que grabé por el 2000 como las de Miguel Ángel Estrella, Leonardo Favio, Liliana Herrero. Hay una larga lista de personajes que tienen mucho para decirnos sobre el pasado reciente de la Argentina.

¿Con cuanto de reflexión te encontrás a la hora de repasar una entrevista?

Pasaron dos cosas con eso. Uno que cuando miras para atrás y tenés que hacer un proceso de selección. Hice más de un centenar de entrevistas y había que elegir un puñado. Nos costó un montón. El libro tiene 400 páginas, es un libro grande, pero elegir las 31 entrevistas nos costó muchísimo. Por otra parte, el mirar para atrás te hace encontrar ciertas persistencias en la búsqueda: una agenda distinta, una agenda de DD.HH, preguntas sobre el arte y el trauma, sobre la memoria y el olvido, también sobre una memoria que tiene que iluminar el presente, pensar cuáles son esas violencias del presente que no queremos ver. En el libro hay nombres no solo de la agenda pública sino que también hay otros nombres, hay figuras a las que les dimos dimensión política, dimensión pública. Y para mí eso es muy valioso y es una de las misiones que tiene el libro. Lo que me interesa es el recorrido que se ha generado, el libro es una excusa para encontrarnos con el otro, para pensar en este tiempo donde la peor y única grieta que importa es la de la exclusión social. Esa grieta se ensancha y tenemos menos capacidad de escuchar y entender al otro. Entonces me parece que el trabajo con el testimonio es una herramienta formidable en ese sentido.

¿Cuál es el eje que unifica en la selección a todas las entrevistas?

Hay cuatro ejes que son los que agrupan las entrevistas en cuatro apartados que tiene el libro. Si fuera un eje, me interesa el mundo del otro. Incluso desde una agenda de DD.HH lo que importa es la alteridad, ese otro distinto a nosotros, la capacidad que podamos tener de tender puentes con el mundo del otro y que nos permita entender cuáles son las violencias y las desigualdades que se están desplegando en nuestro tiempo. Si se recorre la lucha de los organismos de los DD.HH uno siente que el eje es memoria contra el olvido. Hoy la memoria es un valor constituyente para todos nosotros pero en la agenda de DD.HH la cuestión del otro es central: cómo hacemos para desnormalizar violencias con las que convivimos y que naturalizamos. Y eso es una búsqueda que está en el libro: aparece la violencia de género, la violencia institucional, aparecen las búsquedas de otros mundos como puede ser el mundo indígena. A mí América Latina me regaló un aprendizaje sustancial para comprender cuánto nos vienen a decir los mundos indígenas. Cuando se recorre México o Guatemala se percibe que son culturas vivas muy fuertes, muy creativas políticamente. Si hay un eje es ese, el mundo del otro. Y mucho más para nosotros los comunicadores que tenemos la posibilidad, a través de nuestro oficio, de abandonar nuestro pequeño mundo para asomarnos en el mundo del otro.

¿Por qué crees que hay tan pocos canales culturales en la televisión argentina?

Lo que está pasando en el sistema de medios es producto de una lógica mercantil que atraviesa el sistema y que lo conforma. La Ley de Servicios Audiovisuales apostaba a generar un espacio distinto. Era muy audaz en el sentido de establecer un 33% del espectro radioeléctrico para voces que se configuraban de otra manera, que hacían pie en universidades, organizaciones intermedias, organismos, todo el universo de las radios comunitarias… Lamentablemente, y no casualmente, la primera medida del presidente Macri fue anular esa ley por decreto de necesidad y urgencia. Seguramente la necesidad y urgencia del Grupo Clarín. Hoy Argentina, después de la derogación de esos artículos de la Ley de Servicios Audiovisuales, va camino a convertirse en una corporación como es Televisa en México u O’Globo en Brasil. Una corporación que pone en riesgo la salubridad de la democracia porque hoy pensar un sistema de medios es pensar la calidad de las democracias. Hay mucha concentración, las principales plataformas comunicacionales de un modo u otro son funcionales al gobierno. Y todo lo demás va por los costados con muchas dificultades. En el caso de Canal Encuentro es uno de los canales que logró, en estos diez años, sostener una propuesta de televisión pública distinta, movilizadora pero al mismo tiempo entretenida, audaz en los lenguajes, que le dio laburo a mucha gente porque trabajó con pequeñas y grandes productoras además de universidades.

En el canal, ahora, a mí y a muchos de los que conducíamos series clásicas nos ofrecieron continuidad y eso es algo que valoro mucho. Pero la mirada global sobre el sistema de medios es una mirada que a mí me preocupa enormemente. Ese 33% requiere mucha política pública, capacitaciones, créditos blandos, compra de equipamiento. Luego de establecida la Ley de Medios y tras la judialización que hizo el Grupo Clarín, el gobierno no avanzó más a fondo. Si esas políticas públicas hubieran avanzado hoy no estaríamos como estamos. Hay cosas fantásticas como promesas que estaban en la Ley pero se avanzó muy poco y hoy estamos en una situación de mucha debilidad. Para los que pensamos un sistema de medios distinto, para los que pensamos en el derecho a la comunicación, hay que remar ante esta situación.

En tus viajes por el continente, ¿Has encontrado algún punto en común en cuestión de avances o retrocesos en las políticas empleadas durante los últimos años?

Siempre pensamos las entrevistas desde una dimensión subjetiva pero con el cruce colectivo. De 2012 a 2015, años en los que hicimos “Historias Debidas Latinoamérica” por Encuentro, fueron momentos muy creativos y esperanzadores para una América Latina que buscaba un horizonte más igualitario. Hoy estamos en un momento de restauración conservadora bastante evidente. Pero siempre hay que pensar en clave regional-global. Acá lo que estamos viendo es una deriva del capitalismo global. Las lógicas de funcionamiento hacen que los grupos económicos, como pueden ser los multimedios, cuentan con un peso sustancial.

¿Qué medios alternativos de comunicación podrías destacar?

La propuesta, por ejemplo, de La Garganta Poderosa es muy interesante. Fíjense lo que pasó con los pibes que fueron torturados: sufrieron prácticas que son “cotidianas”, que están “normalizadas”. Y nadie se escandaliza ante eso porque están invisibilizadas. Pero lo que logró la revista fue darle una cobertura, un paraguas, a la hora de animarse a denunciar para así encontrar una forma de posicionarse políticamente y desnormalizar estas violencias. La Garganta es parte de un proyecto que trabaja con jóvenes estigmatizados, que tiene una cantidad de líneas de trabajo con organizaciones que trabajan en villas del Gran Buenos Aires. Me parece una propuesta interesante porque es una experiencia transformadora. Y además ha logrado un impacto público importantísimo.

 

*Fragmentos de la entrevista realizada en FM Radio Universidad 90.1 para el programa “Actualidad 90 Uno” en el marco de la presentación de su libro "Historias debidas, conversaciones y testimonios" en el Instituto Superior de Formación Técnica N° 130 en el marco de la carrera de Trabajo Social.